viernes, septiembre 16, 2005















Baja beach.

La ciudad es un descampado que se ramifica en espacios radioeléctricos. En uno de los semi-extremos, junto al mar artificial con arena de tierra, una furgoneta se pasea como tigre de zoológico, de un lado a otro. Una lámpara en el techo ilumina a dos jóvenes que hacen como que follan sobre la arena, espectáculo para ser visto por los que no follan pero fuman porros. Los que fuman se ríen del marroquí que tras un cerro de sillas de playa husmea a los dos que hacen como que follan, excitándose. Cuando viene la furgoneta, el marroquí se aleja. Los del porro se ríen, comen un chicle y entran.
Adentro, en la oficina, Alex tocando suavecito una bola azul con la mano derecha, hace girar una cámara de seguridad que controla el local. Dice que es el jefe, que las chicas están desnudas, porque estamos en una playa, y que no le demos mucha importancia a las despedidas de soltera. Viste una camiseta ajustada y un poco transparente que tras un diseño de buda deja ver un tablado de oscuras calugas. La oficina, sobre una cajonera negra tiene otro monitor (en colores) dividido en 16 encuadres. Entre la tele y el mueble, la propaganda de una inmobiliaria (con piscina).
Al bajar la escalera hay espejos que deforman el cuerpo, haciéndome ver como una enana.
Un par de tetas tan exquisito que no le puedes ver, pero que te habla mirándote a los ojos. La rubia tiene piernas que aparentan ser jamones blancos, embutidos de 19 años. La tetona dice que por falta de dinero no se pone más, que a su chico no le apetece la silicona, pero que para trabajar de noche es bueno tener pecho. Y ser joven. Aunque aquí no. Incluso hay un camarero de 30 años al cual todavía no despiden. Los de la cámara ríen. Risa nerviosa. Dice la otra que la seguridad social debería (no sabe, en algunos casos, porque es peligroso, pero es bueno) pagar “ciertas cirugías estéticas”. La tetona confirma, pero la rubia no se haría nada. Le da miedo.
Un par de estúpidos con aspecto de alternativos se han encontrado un carro de supermercado en un rincón. Ella baila de manera un tanto grotesca. Su cuerpo es grande, aunque no torpe. Él es más elegante, y juega al tonto con un sombrero de fantasía. Coge el carro mientras ella, embobada, le saca fotos con desespero. La situación es muy absurda. Voy al baño y me pinto los labios frente a la cámara.
En el baño hay un aborto en una bolsa plástica blanca. El espacio está limpio, impecable. La bolsa por fuera no tiene rastro de sangre, sólo que está mojada. Infiero que la persona que realizó el aborto intentó eliminarla por el water y no pudo. Infiero que el aborto fue realizado en otro sitio, aquí todo está demasiado limpio. Pero la bolsa aun sigue caliente.

















Beach baja

Al bajar la escalera hay espejos que deforman el cuerpo, haciéndome ver como una enana.
Un par de estúpidos con aspecto de alternativos se han encontrado un carro de supermercado en un rincón. Ella baila de manera un tanto grotesca. Su cuerpo es grande, aunque no torpe. Él es más elegante, y juega al tonto con un sombrero de fantasía. Coge el carro mientras ella, embobada, le saca fotos con desespero. La situación es muy absurda. Voy al baño y me pinto los labios frente a la cámara.
Adentro, en la oficina, Alex tocando suavecito una bola azul con la mano derecha, hace girar una cámara de seguridad que controla el local. Dice que es el jefe, que las chicas están desnudas, porque estamos en una playa, y que no le demos mucha importancia a las despedidas de soltera. Viste una camiseta ajustada y un poco transparente que tras un diseño de buda deja ver un tablado de oscuras calugas. La oficina, sobre una cajonera negra tiene otro monitor (en colores) dividido en 16 encuadres. Entre la tele y el mueble, la propaganda de una inmobiliaria (con piscina).
En el baño hay un aborto en una bolsa plástica blanca. El espacio está limpio, impecable. La bolsa por fuera no tiene rastro de sangre, sólo que está mojada. Infiero que la persona que realizó el aborto intentó eliminarla por el water y no pudo. Infiero que el aborto fue realizado en otro sitio, aquí todo está demasiado limpio. Pero la bolsa aun sigue caliente.
La ciudad es un descampado que se ramifica en espacios radioeléctricos. En uno de los semi-extremos, junto al mar artificial con arena de tierra, una furgoneta se pasea como tigre de zoológico, de un lado a otro. Una lámpara en el techo ilumina a dos jóvenes que hacen como que follan sobre la arena, espectáculo para ser visto por los que no follan pero fuman porros. Los que fuman se ríen del marroquí que tras un cerro de sillas de playa husmea a los dos que hacen como que follan, excitándose. Cuando viene la furgoneta, el marroquí se aleja. Los del porro se ríen, comen un chicle y entran.
Un par de tetas tan exquisito que no le puedes ver, pero que te habla mirándote a los ojos. La rubia tiene piernas que aparentan ser jamones blancos, embutidos de 19 años. La tetona dice que por falta de dinero no se pone más, que a su chico no le apetece la silicona, pero que para trabajar de noche es bueno tener pecho. Y ser joven. Aunque aquí no. Incluso hay un camarero de 30 años al cual todavía no despiden. Los de la cámara ríen. Risa nerviosa. Dice la otra que la seguridad social debería (no sabe, en algunos casos, porque es peligroso, pero es bueno) pagar “ciertas cirugías estéticas”. La tetona confirma, pero la rubia no se haría nada. Le da miedo.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

No se porqué el texto me recordó E-True Hollywood Story. Hay algo repetido en las tetonas y rubias, por algo florecen, hay abono y terreno fértil

9:22 p. m.  

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