
amor de muelas
Una historia de amor al final resulta siendo una prórroga de la creación colectiva. A veces el corazón llano se confunde pensando que la sincronía resulta perfecta y lunática. Viene el corazón pleno y le restituye: aquello no era una historia de amor, sino el primer paso de la producción cultural en diferido.
Cuando la muela se estaba cayendo, antes de que la sacaran, el dolor se había apoderado del cuerpo abyecto que la contenía. Entonces ese cuerpo no era y no valía, estaba solo. Desvalido, lloroso, piojento, hueco. Entonces le hicieron la intervención: un asesino cuya imagen en cámara lenta se ve acercando con el alicate de punta redonda. No tiene expresión, se agita ordenando a las enfermeras coger a la paciente de los brazos. Todo es en cámara lenta y con efecto de slow shutter, además cierro los ojos de dolor porque me está enterrando el filo de la herramienta en el labio. Se acerca su axila a mi cara, se mueve entre mis ojos la credencial que le identifica: Dr. OMS.
Por la noche recibe la extraña respuesta de otro doctor.
Días más tarde modificará la entrada, agregando texto con letra mediana, un texto menos reivindicativo de la identidad indígena, más centrado en el circo cruel del inconciente.
Cuando se tiene un problema dental la presión comienza a hacerse permanente en la zona afectada. Se desarrolla más el músculo de esa parte, la cara adquiere otra forma, se deforma. La fatiga del material cuerpo se hace inminente, y sólo se puede hacer parte del triste espectáculo que presenta, sonriendo de vez en cuando, discretamente, disimulando el músculo, el muy solo.
La letra es el testimonio retomado cuando la situación es inversamente opuesta, es decir, que si doble negación es afirmación, resulta siendo igual. La letra es el testimonio inerte de que eso no era el amor que comenzaba, sino más bien el frágil contrato de una relación de intercambio emocional y cultural.